Después de una interminable sucesión de meses amamantando, cambiando pañales y durmiendo en incómodas cuotas, puede pasar que nos den ganas de “volver a la vida”. Que no se malinterprete: no hay felicidad más grande que seguir de cerca el minuto a minuto de los primeros meses de nuestro bebé, ver cómo se desarrolla y tener la oportunidad de mostrarle el mundo. Viajar con bebés resulta entonces un interesante punto medio, salimos un poco del cascarón casero y a la felicidad de descubrir lugares nuevos se le suma la de hacerlo con nuestro hijo, para quien absolutamente todo es novedad..