Tanto la escasez como la abundancia hacen que la imaginación humana trabaje de manera más afilada. Es decir, cuando no hay, hay que ingeniárselas para que haya y cuando los recursos sobran, la creatividad apunta a sorprender. Prueba de eso son los salones vip que podemos encontrar en los aeropuertos de todo el mundo, con sus bagels de salmón ahumado, peceras gigantes, instalaciones de spa y un sinnúmero de lujos pensados para darnos la sensación de despegue unas horas antes de la programada. En muchos casos, el confort es tal que nos puede llegar a costar abandonar ese perímetro para subirnos a un avión. Veamos algunos ejemplos de cómo las tarjetas de crédito y aerolíneas malcrían a sus clientes predilectos alrededor del mundo.